La
reina de España entregó esta semana el IV Diploma Cajal al investigador
neurólogo bogotano Rodolfo Llinás por su contribución a las
neurociencias y sus aportaciones al conocimiento del funcionamiento
cerebral. El presidente del Consejo Superior español de Investigaciones
Científicas, Emilio Lora-Tamayo, calificó al investigador colombiano de
“una de las figuras más relevantes de la neurociencia actual” y recordó
que el centro que preside ya decidió otorgarle el pasado año su máxima
distinción, la Medalla de Oro.
Son pocas las entrevistas que el científico Rodolfo LLinás concede a
los medios, y esta es una de las más recientes, publicada originalmente
en la revista Credencial. Llinás cuenta cómo está a un paso de ganarle
la batalla al Alzhéimer.
¿Ha hecho nuevos descubrimientos después de los publicados en el cerebro y el mito del yo?
Desde el punto de vista del sistema nervioso hemos encontrado una
llave importantísima en neuropsiquiatría: lo que hemos llamado
‘disritmia en el tálamo cortical”. Estoy organizando un simposio
internacional al respecto, porque reúne la neurología y la siquiatría y
le da bases biológicas a muchas enfermedades que no se pensaba que
estuvieran relacionadas. Ha sido una situación muy complicada porque la
gente no estaba preparada para entender que psiquiatría y neurología son
lo mismo. A muchos les parece increíble que uno pueda entender, desde
el punto de vista de la actividad celular, cosas como la depresión, la
esquizofrenia y cuestiones más complejas como el dolor central o un
tinnitus, que es espantoso. Estas situaciones son estados funcionales de
un cerebro que no está trabajando bien. La diferencia entre un
tinnitus, un dolor central y la depresión no es el mecanismo que los
produce, sino dónde se producen. El mecanismo es muy similar y se puede
ver dónde está. Esto ha sido muy importante porque demuestra que pensar,
crear, memorizar y todas las patologías son simplemente estados
funcionales del cerebro. Es un concepto que le resulta chocante a muchos
porque, de algún modo, se está negando lo que se ha considerado algo
así como ‘el alma’.
¿Entonces el alma como la entendemos, no existe?
-No. Es un estado funcional del cerebro, pero el tema todavía resulta
difícil de digerir para mucha gente. La respuesta que muchos dan es:
“Bueno, sí, si usted lo dice… pero no entiendo bien cómo un estado
funcional del cerebro se puede modular o corregir mediante la palabra”
(el psicoanálisis es hablado y la gente se mejora). Y yo les contesto
que las palabras cambian el cerebro.
¿En qué forma?
-Si yo le digo a una persona que es ‘malnacida’, responde
agresivamente. Entonces, las palabras son como piedras; pueden hacer
bien o daño, porque cambian el estado funcional del cerebro.
¿Es porque producen emociones?
-Exactamente, las emociones se pueden correlacionar. Antes se pensaba
que no, y la realidad es que sí: yo puedo ver en el cerebro cuando
alguien está bravo, triste o con dolor. Pero a la gente le resulta
profundamente complejo y difícil de aceptar que la mente ―que era casi
intocable― se reduce a una situación ‘cuchareable’, y su conclusión
temerosa es: “Solamente hay dos posibilidades: que el paciente esté bien
o que esté mal. Si está bien, no ha pasado nada porque no hubo
necesidad de tratamiento. Pero si está mal, ¿qué hacemos nosotros? Lo
que usted nos está diciendo es que estamos aplicando un sistema que no
es”.
¿Se sienten corriendo un riesgo?
-Pensaban que estaban corriendo un riesgo hasta que les conté lo que
he entendido y, además, que tengo las primeras imágenes que se han visto
en el mundo del cerebro en medio de ese proceso. Ejemplo: si una
persona que tiene una depresión va a donde el psiquiatra y el psiquiatra
le hace una sesión de psicoterapia, el cerebro cambia y la persona se
siente bien. Ese cambio es medible físicamente con un
magneto-encefalograma.
¿Cómo se representa?
La actividad cerebral cambia según la clase de actividad osciladora:
palabras, música, olores, ruidos, etc. El magneto-encefalograma registra
zonas de diferentes tonalidades en determinados sitios del cerebro.
Entonces podemos demostrar que las emociones son estados físicos que
ponen a la gente a vibrar. Se ha abierto una puerta profunda: podemos
ver la actividad cerebral y debemos analizarla sin prejuicios. Antes se
auscultaba el cuerpo y se diagnosticaba: cáncer, tuberculosis, sida.
Ahora hemos llegado a la misma posibilidad con el estado cerebral y
podemos ver si el tratamiento está sirviendo o no. Es una revolución.
¿Cree que este descubrimiento es el más grande de su carrera como investigador?
-Eso solamente la historia lo dirá, pero estos resultados son secundarios, derivados de otros, obtenidos hace varios años ya.
¿Cuáles?
-Que el cerebro tiene ritmos intrínsecos dados por canales iónicos.
El cerebro humano, producto de 500.000 años de evolución, es un sistema
capaz de hacer hipótesis sobre lo que hay afuera. Un aparato para soñar,
y los sueños ocurren de dos maneras, cuando estamos dormidos y durante
la vigilia. No es fácil de entender cuando uno dice que no hay colores,
ni sabores, ni olores, etc., indicando que la característica sensorial
la inventamos nosotros.
¿Me da un ejemplo?
-Una vaca no ve colores, y si uno es daltónico tampoco ve colores, o
sea que los colores no existen afuera, lo que existen son ondas de luz
que tienen diferentes frecuencias.
La Reina Sofía de España le entregó el IV Diploma Cajal por su contribución a las neurociencias y sus aportaciones al conocimiento del funcionamiento cerebral.
¿Por qué evolucionó el cerebro humano?
-Para poder movernos inteligentemente. Si no nos movemos, no
necesitamos cerebro. Por ende las plantas no tienen cerebro. Los seres
multicelulares pueden cambiar de tamaño, pueden cambiar de complejidad,
pero si pensamos en la biología, las células multicelulares en los
animales son iguales, porque tenemos el mismo ADN, las mismas proteínas,
las mismas enzimas. Quiere decir que la evolución está creando
diferentes posibles soluciones.
¿Cómo cambia eso nuestra concepción de la biología?
-Hemos hecho la historia de la biología basada en la forma externa
del animal; ¿por qué no rehacerla en una forma más profunda, basados en
el cerebro, en vez de en las tonterías que observamos externamente? De
esta manera podríamos intentar entender el estado funcional del animal
mismo. Nunca le he dicho a nadie esto, pero significa que vamos a
reformular la biología basada en la complejidad del sistema nervioso y
no en el número de plumas, pelos, dientes, alas, etc.
Un ejemplo, por favor.
-Si uno mira un murciélago, piensa que es un ratón que vuela, pero si
mira su cerebro ve que la diferencia es enorme porque el cerebro del
murciélago tiene una cantidad de características que el de la rata no
tiene. Pero eso se develará en el futuro porque no tenemos suficiente
conocimiento del cerebro como para poder hacer una reorganización de la
historia de la biología, basada en su estructura, pero ya se hará. En la
medida en que entendamos más que las características prominentes de la
anatomía no son necesariamente el común denominador más amplio, vamos a
entender más. Es un factor importantísimo porque lo que entendemos de la
naturaleza, de lo que somos, de las enfermedades, de la política, de la
música y de lo que usted quiera, tiene que ver con el tipo de cerebro y
lo que este hace.
Si uno mira uno de sus magneto-encefalogramas del cerebro, ¿dónde se ubican las emociones como ira, dolor, amor y nostalgia?
-El cerebro humano es sumamente interesante; tenemos una masa más o
menos de kilo y medio, de un sistema que ha evolucionado de tal modo que
tiene especialidades como la parte de adelante que es intelectual, o la
parte de atrás, que es sensitiva. Está el área del hipocampo y del
hipotálamo, y una pequeña: las emociones, que son sumamente primitivas y
por eso cuando estamos emocionados nos convertimos también en animales
primitivos.
¿En el hombre ha crecido más la parte frontal, la inteligencia?
-Sí, desde el punto de vista de afinar la vista y el tacto, el
equilibrio, la audición, el olfato, etc. La corteza cerebral analiza
todos esos aspectos y aumenta las propiedades de lo que está en el
centro. Entonces tenemos inteligencia emocional, para distinguir, por
ejemplo, lo que nos gusta de lo que no, y experimentar una enorme
cantidad de emociones y habilidades diferentes. Un pájaro canta pero
solamente puede cantar una melodía porque tiene un sistema cerebral muy
sencillo; el humano puede componer cualquier clase de música, de modo
que tiene la capacidad de especificar grados de medición, de sensaciones
y, además, de realizar movimientos que a cualquier otro animal le
quedaría imposible hacer. Es decir, tiene una destreza increíble.
¿Somos una especie de micos evolucionados?
-Somos simiescos, antropoides, a tal nivel, que las proteínas y la
genética son muy similares. Pero nosotros somos animales que nos hemos
especializado en complejidad y hemos desarrollado el lenguaje y la
ciencia, la música y la arquitectura, en fin. Pero a pesar de eso,
seguimos siendo esclavos de las emociones.
¿En qué forma y por qué?
-Porque lo intelectual no tiene valor en sí mismo si no se acopla con
un componente emocional. Si usted es científico y encuentra algo nuevo,
experimenta un placer increíble, pero si le echan vainas por lo que
dice, sufre casi como si le dieran un palazo en la cabeza. Entonces,
personas que no tienen competencia emocional son orates. No funcionan. Y
si esa área se daña, la persona no se mueve, no porque esté paralizado,
sino porque se convierte en autista, pierde el deseo de moverse. La
gente cree que la emoción es estar con rabieta, enamorado, nostálgico…
pero no es verdad: el estado emocional es el que hace que la gente se
levante, camine, hable o no hable. Que funcione.
Pasando a otro tema, ¿qué son enfermedades como el Alzheimer?
-Lo que ha pasado con el Alzheimer es muy interesante porque ya
sabemos cómo funciona y que hay drogas que pueden mejorar ciertos tipos
de la enfermedad. Lo que hay que hacer ahora es un estudio mucho grande.
García Márquez escribió el prólogo del libro El cerebro y el mito del yo de Llinás.
¿Usted está dispuesto a hacerlo?
-No, porque lo que sigue ahora es una parte netamente económica y a
eso no le jalo. No tengo el tiempo. Cuatrocientas personas es un buen
universo, pero quieren más. Hice la investigación, sé exactamente qué
está pasando, cuál es el mecanismo y dije: “Aquí está la droga”. No lo
hemos publicado todavía porque estamos haciendo la patente. Luego viene
el tema de quién va a fabricar la droga, quién la va a vender, si será
tomada, o en parche, en fin, cosas que ya no son de mi resorte.
Lo fundamental es que ya hay una solución para el Alzheimer.
-Sí, descubrimos el mecanismo por el cual se produce. De pronto la
manera ideal de mejorar la enfermedad no es solamente la droga que
nosotros tenemos, sino que es una de muchas posibles.
¿Qué es lo que pasa en el cerebro con el Alzheimer?
-A muy grandes rasgos, una proteína especifica se fosforiliza, se
vuelve tóxica y entonces no se mueven las cosas dentro de las células.
Puede pasar por muchas razones, pero el punto de ataque va a ser siempre
el mismo y es que una molécula final se vuelve tóxica. Si impedimos
eso, no hay Alzheimer.
¿Y usted cómo descubrió eso?
-Pensando, analizando y trabajando el problema.
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las2orillas.
Entrevista de Margarita Vidal publicada originalmente en la Revista Credencial.