domingo, 26 de junio de 2011

El renacer del cerebro a los 50

La crisis de la mediana edad es un mito: entre los 40 y los 60 las personas se vuelven más felices y eficientes, asegura Barbara Strauch en su nuevo libro.

EL MERCURIO | DANIELA MOHOR

Hace un tiempo, Barbara Strauch, editora de las páginas de ciencia y medicina de The New York Times, entró a Internet para comprar en línea un libro para su club de lectura. Pidió El Alquimista, de Paulo Coelho. Una semana después pensó: "Debería comprar el libro para el club de lectura". Fue nuevamente a una librería online y lo compró una vez más.

Días más tarde, mientras trotaba en un parque se dio cuenta de que había pedido el libro equivocado. Regresó a su casa y revisó sus mails; efectivamente lo que tenía que leer era El Archivista, de Martha Cooley.

"Había pedido el libro equivocado, dos veces", escribe esta destacada periodista -que se acerca a los 60 años- en las primeras páginas de su nuevo libro The Secret Life of the Grown up Brain (La vida secreta del cerebro adulto), publicado en febrero en Estados Unidos.

El día de la reunión del club, Strauch compartió lo que le había pasado con un compañero neurólogo. Éste se rió y le confesó que él sin darse cuenta había comprado una copia de El Alienista, de Caleb Carr. Concluye Strauch en The Secret Life... "Aquí tienen: dos cerebros de mediana edad y tres libros equivocados".

La anécdota puede parecer divertida. Pero para Strauch y muchas de las personas de su generación resulta más bien aterradora. Olvidos de nombres, momentos de vacío mental, una mayor tendencia a distraerse y perder el hilo de lo que se estaba haciendo y fallas en la memoria son eventos que empiezan a multiplicarse a partir de los 40, cuando el cerebro ya alcanza la madurez. "Después de escribir mi primer libro me invitaron mucho a dar charlas, se me acercaba gente de mediana edad que estaba preocupada porque repentinamente ya no podían recordar nombres. Todos olvidamos cosas, los adolescentes también, pero tienden a olvidar cosas que no quieren recordar, y cuando uno alcanza la mediana edad, uno olvida cosas que quiere recordar: ¿Cómo se llamaba esa película que me gustó tanto? ¿Ya leí ese libro?", cuenta la autora por teléfono desde su oficina en Nueva York.

Pero algo no le cuadraba. Al mismo tiempo en que veía ese declive, notaba que muchas de las personas de su edad estaban viviendo el mejor momento de su carrera o eran capaces de lidiar exitosamente con múltiples responsabilidades tanto en lo personal como en lo profesional. Tras entrevistar a los mejores investigadores de neurociencia y revisar numerosos estudios encontró una respuesta a ese fenómeno: a diferencia de lo que se pensó durante mucho tiempo, el cerebro de la mediana edad se sigue desarrollando y tiene talentos insospechados.

"En la mediana edad hay un declive real porque perdemos algunos neurotransmisores que nos ayudan a pensar. Pero también tenemos todo un sistema de red construido. La mielina aumenta en la mediana edad ayudando a que las células cerebrales funcionen más rápido. Por lo tanto, si en esta etapa uno está saludable tiene una mente muy potente".

¿Qué pasó ayer? ¿Le ha ocurrido que sube al segundo piso de su casa y una vez ahí no recuerda a qué iba? ¿Ha notado que para recordar las cosas necesita hacer más listas? Ese es el tipo de cosas que tienden a pasar en la mediana edad. La buena noticia, explica Strauch, es que durante mucho tiempo los científicos pensaron que ocurría porque, al envejecer el cerebro después de los cuarenta, perdía el 30 por ciento de sus células. El desarrollo de nuevas tecnologías ha demostrado que sólo se pierden algunas ramificaciones de las células y no más de 2% por década.

La memoria a corto plazo y la memoria episódica (dónde pasé la Navidad el año pasado) también se afectan. El cerebro de quienes tienen 40 tiene una velocidad de procesamiento inferior al de 20 y las conexiones también se debilitan con la edad. De ahí el incómodo problema con los nombres, por ejemplo.

También hay algo de evolutivo en el problema de la distracción. El córtex frontal, explica Strauch, es la parte que se ubica justo detrás de la frente y que nos ayuda a concentrarnos. Es también el área del cerebro que más nos distingue de otros mamíferos. Pero es a la vez la más nueva y, por tanto, la primera en decaer con la edad.

Una nueva inteligencia. El panorama, sin embargo, no es tan negro. Los avances de la ciencia han permitido rescatar el cerebro de la mediana edad. El principal descubrimiento ha sido que entre los 40 y los 60 las habilidades cognitivas siguen creciendo. El cerebro de la mediana edad es "una contradicción", pues mientras algunas partes dejan de funcionar tan bien como antes, otras lo hacen mejor.

"En la mediana edad somos mejores para entender situaciones, podemos juzgar mejor el carácter o si alguien es buena o mala persona. Tomamos mejores decisiones financieras y enfrentamos mejor los grandes problemas. El cerebro es bueno en las funciones más potentes", dice Strauch.

En su libro cita una investigación de la psicóloga Sherry Willis, de la Pennsylvania State University, quien trabaja desde 1956 en el Seattle Longitudinal Study, que ha seguido la evolución cerebral de seis mil personas durante más de 40 años. Los participantes se someten a una serie de tests cada siete años. Estos han demostrado que las personas entre 40 y 60 años tienen mejores resultados en los tests que los que obtenían cuando más jóvenes. En lógica, vocabulario, memoria verbal y habilidades espaciales, funcionan a un nivel más alto de lo que lo hacían a los 25. Strauch quedó asombrada con los resultados.

Otro aspecto que sorprendió a la autora en su investigación es el concepto de la bilateralización. Cuando uno es joven, explica, usa un lado del cerebro para aprender algo y el otro para recordarlo. Pero los científicos se dieron cuenta de que a medida que envejece, la gente empieza a usar ambos lados del cerebro para las dos tareas. Eso permite que éste trabaje de la mejor manera posible en términos cognitivos.

"La etapa de los 40 a los 60 años puede ser muy gratificante, así es que hay que dejar de seguir la cultura que nos envejece, y los mensajes ridículos que nos rodean". En la mediana edad, las personas suelen ser más felices. La sensación de bienestar aumenta y alcanza un pico. La observación concreta del cerebro a través de escáneres demuestra que en esa etapa ese órgano responde menos a los estímulos negativos. "Tiene sentido desde el punto de vista de la evolución, que las personas de más edad sean más entusiastas y optimistas, porque ayuda a todo el grupo a sobrevivir. Probablemente por eso se ha preservado ese hecho".



viernes, 17 de junio de 2011

La cirugía para perder peso podría reducir el riesgo de enfermedad de Alzheimer en los diabéticos

Aunque no es concluyente, un estudio encontró menores niveles de actividad genética relacionada con la demencia tras una derivación gástrica

Randy Dotinga
Traducido del inglés: lunes, 6 de junio, 2011

DOMINGO, 5 de junio (HealthDay News/HolaDoctor) -- Aunque el hallazgo no es concluyente, un estudio reciente sugiere que la cirugía para perder peso en diabéticos obesos podría reducir su riesgo de desarrollar enfermedad de Alzheimer.

Los investigadores encontraron que los pacientes de derivación gástrica, cuando fueron evaluados seis meses tras sus cirugías para perder peso, tenían menos expresión en genes que se cree son precursores de los deshechos que taponan los cerebros de las personas que sufren de enfermedad de Alzheimer.

"Nuestro estudio muestra por primera vez que la pérdida de peso que resulta de la cirugía bariátrica lleva a una reducción en la expresión de los genes relacionados con la enfermedad de Alzheimer", aseguró en un comunicado de prensa de la Endocrine Society el autor del estudio, el Dr. Paresh Dandona, profesor de la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo.

Se planificaba presentar el estudio el domingo en la reunión anual de la sociedad, en Boston. La investigación presentada en reuniones debe considerarse como preliminar, dado que no se ha sometido al mismo nivel de escrutinio que los estudios publicados en la mayoría de revistas médicas.

En el estudio, los investigadores analizaron la sangre de quince pacientes de diabetes tipo 2 que se sometieron a cirugía para perder peso y perdieron un promedio de unos 39 kilos (86 libras) en seis meses. En comparación con antes de la cirugía, la expresión de los pacientes de la proteína precursora amiloidea se redujo en 22 por ciento, y los investigadores también notaron menos expresión de otros genes que parecen relacionarse con la enfermedad de Alzheimer.

Sin embargo, el estudio no examinó a los pacientes por señales de la enfermedad, así que no hay forma de saber si su riesgo en realidad se redujo.

Los científicos creen que hay una relación entre la obesidad y la diabetes, que parece aumentar el riesgo de enfermedad de Alzheimer, apuntó Greg Cole, director asociado del Centro de Alzheimer de la Universidad de California, en Los Ángeles. Señaló que la obesidad podría aumentar la inflamación tanto en el cuerpo como en el cerebro.

"La pérdida de peso probablemente mejore la salud, pero una salvedad es que la epidemiología de la pérdida de peso es complicada", añadió. "La pérdida de peso en las personas mayores puede anunciar demencia incipiente. Además, según un estudio del Instituto Nacional del Envejecimiento, podrían haber diferencias significativas en la forma en que los cambios en el peso de la mediana edad influyen en el riesgo de Alzheimer. Las mujeres que pierden peso entre los 30 y los 45 parecen en realidad correr mayor riesgo".


FUENTES: Greg Cole, Ph.D., associate director, Alzheimer's Center, University of California, Los Angeles; Endocrine Society, news release, June 5, 2011



miércoles, 15 de junio de 2011

Los cambios en la dieta afectan a los biomarcadores asociados al Alzheimer

Los cambios en la dieta afectan a los biomarcadores asociados al Alzheimer PDF Imprimir E-Mail
Europa Press   
martes, 14 de junio de 2011
Seguir una dieta baja en grasas saturadas e índice glicémico bajo parece modular el riesgo de desarrollar demencia, una enfermedad que acaba convirtiéndose en Alzheimer, aunque cambiar estos patrones de alimentación podría no proteger a aquellas personas que ya sufren dificultades cognitivas. Así lo demuestra un estudio desarrollado por investigadores estadounidenses y publicado este mes de junio en 'Archives of Neurology'.    Anteriores investigaciones ya habían sugerido la existencia de vínculos entre la dieta y la capacidad cognitiva, según reseñan los autores de este último trabajo. Las situaciones sanitarias en las que la resistencia a la insulina (la incapacidad del organismo para utilizar la insulina de forma efectiva) es un factor --como la obesidad, la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares o los niveles altos de colesterol-- han sido asociadas con un "envejecimiento cerebral patológico".

   Sin embargo, estudios realizados sobre alimentos específicos no habían encontrado evidencias concluyentes de la existencia de una influencia sobre el riesgo de Alzheimer. "Así --escriben los autores-- una aproximación más prometedora al estudio sobre los factores dietéticos en Alzheimer podría implicar el uso de intervenciones dietéticas completas, con mayor validez ecológica, y preservar el entorno nutricional en el que se produce el consumo de grasa y carbohidrato".

   El equipo de Jennifer L. Bayer-Carter, del Veterans Affairs Puget Sound Health Care System, en Seattle, se propusieron comparar una dieta rica en grasas saturadas e hidratos de carbono simples --un patrón de macronutrientes asociado con la diabetes tipo 2 y la resistencia a la insulina-- con una dieta baja en grasas saturadas e hidratos de carbono simples. Las intervenciones se denominaron HIGH y LOW, respectivamente.

   Los autores de este trabajo evaluaron los efectos de estas dos dietas en 20 adultos mayores sanos y 29 adultos mayores que sufrían un deterioro cognitivo amnésico leve (aMCI), lo que significa que experimentaban algunos problemas de memoria. El aMCI avanzado se considera a menudo un precursor del Alzheimer.

   En un ensayo controlado y randomizado que duró cuatro semanas, un total de 24 participantes siguieron la dieta HIGH en otros 25 la dieta LOW. Los investigadores estudiaron el comportamiento de estos participantes con test de memoria, así como sus niveles de biomarcadores --las sustancias biológicas indicativas del Alzheimer--, como la insulina, el colesterol, los niveles de glucosa en sangre, los niveles de lípidos en sangre y los componentes del fluido cerebroespinal (CSF).

   Los resultados del estudio fueron diferentes para el grupo que tenía aMCI y para el grupo de participantes sanos. En este último grupo, la dieta LOW redujo algunos de los biomarcadores CSF de Alzheimer así como sus niveles totales de colesterol. Sin embargo, entre los individuos como aMCI, la dieta LOW incrementó los niveles de estos biomarcadores.

   Algunos cambios en los biomarcadores, como los niveles de insulina CSF, fueron observados en ambos grupos. Adicionalmente, la dieta LOW mejoró el comportamiento en los test de memoria visual retardada tanto en los participantes sanos como en los que presentaban una memoria deteriorada, pero no afecto a las puntaciones en otros indicadores cognitivos.

   Estos resultados indican que, "para los adultos sanos, la dieta HIGH movió los biomarcadores CSF en una dirección que puede caracterizar un estado pre-sintomático de Alzheimer". Los autores creen que los diferentes resultados obtenidos en los participantes con aMCI podrían demostrar que las intervenciones dietéticas no son tan efectivas en etapas tardías del deterioro cognitivo.

   "Los efectos terapéuticos de una intervención dietética a largo plazo podrían ser una prometedora vía de exploración", apuntan estos autores, quienes añaden que, además, "identificar los cambios patofisiológicos que subyacen bajo los efectos de la dieta pueden revelar importantes dianas terapéuticas que pueden ser moduladas a través de intervenciones dietéticas o farmacológicas dirigidas", concluyen.